Solo quedaba un mandamiento por descifrar, imaginaba en cada sueño poder hacerlo. Unidad se quedó relajado, como si todo estuviera ya hecho, Dos después de la última donde Cinco le acusó de calumnias y blasfemias, quedó tocado, una mente brillante como la suya quedó ensombrecida por su subsistencia, cinco números bastaron para callarlo aunque no estaba vencido, simplemente callado.
Cuatro, dedicaba más tiempo al análisis sintáctico y morfológico de los mandamientos, los entendía, pero buscaba otras puertas como él decía ocultas. Seis y Siete nacieron casi al mismo tiempo, Seis era barrigón, como cansado, aunque era alto, su anchura era mayor, su color amarillo, le daba un aspecto enfermizo, además no parecía interesarle para nada el estudio. Siete al contrario era mucho más alto que Cuatro, muy parecido porque estaba echado hacia atrás también, tenía un flequillo como el saliente de un porche, a veces llevaba cinturón, otras no, su color era rojo. Ambos, Seis y Siete, no estaban bien educados como el resto, Cinco no era de fiar y el egoísmo era su principal característica; Cuatro podía hacerlo pero a él le gustaba más el análisis de la lengua.
Tres en cambio, aquel regordete sonriente, era un portento, se dedicó al estudio a pleno rendimiento, su habilidad con el pensamiento, con las letras con el cálculo con cualquier tema que se le cruzara, era digno de apreciar. Ni Cinco se atrevió más a dirigirse a él. Tres fue el culpable del principio de inducción y de algo más, algo mucho más interesante. Tres fue el culpable de que Ocho y Nueve nacieran. Tres un día desde su posición media llamó a todos los números.
— ¿Recordáis el principio de ordenamiento?— todos contestaron al unísono con un sí, unos convencidos, otros para que les dejara en paz.
—Si sumara uno de nosotros a nuestro Creador, ¿Que ocurriría?—silencio en la línea, Tres había tocado el tema estrella
—El resultado sería el mismo —Con un tono audible a distancia 1, Dos contestó.
— ¿Y si lo hiciera yo? — contestó Tres.
—El resultado sería el mismo también —Con el mismo tono de voz contestó Dos
— ¡Os presento el principio de inducción! —Todos atendieron y al mismo tiempo desatendieron
—Si podemos comprobar que para un número cualquiera se cumple un resultado, para el siguiente, es decir para el que está a mi derecha debe ocurrir igual. La manera de demostrar que Dos multiplicado con nuestro Creador es el propio Creador Cero, debería surtir efecto para Tres acción que igualmente ocurre claramente y en el caso que no ocurriese, estaríamos en un error.
La Unidad y Dos lo entendieron rápidamente, los demás o no hicieron caso o sus conocimientos no les permitían alcanzar el entendimiento.
— ¿Esto tiene que ver con el mandamiento sin descifrar, verdad? —Dos, preguntó
—Así es querido Dos; debemos pensar que ahora solo conocemos a Siete como el último nacimiento, pero si aplicamos la sucesión generalizada recurrente ¿cuántos sucesores nos quedan por descubrir? si aplicamos a Siete el principio de inducción debería haber algo más porque si no, estaríamos en un error y nosotros no seriamos nada, es decir que estamos ante una sucesión infinita.
Esas últimas palabras fueron como un gong en un monasterio tibetano. Todos quedaron expectantes ante aquella nueva palabra, «infinita».
Dos como siempre fue el primero, era el más hábil con los de su especie.
— ¿Quieres decir que «Llenarás el mundo y jamás lo completarás» significa Infinito?
—Así es querido Dos. Si aplicamos el principio de inducción continuamente a cualquiera de los nacidos en esta dimensión, no pararíamos, siempre habría alguien por nacer a la derecha, porque si no, no existiríamos. Los mandamientos de nuestro Creador no tendrían sentido.
La Unidad giró dos veces en un abrir y cerrar de ojos y alguien gritó al final de la línea.
— ¡Ha nacido alguien más!
El Creador compensó de nuevo a los números por su descubrimiento. Tres tenía razón.
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