En el principio, el Cero creó la dimensión de su nombre. Su mundo era un solo punto. Todo estaba oscuro y vacío, no había lugar ni para el espacio.
En el segundo día, el Cero estiró la dimensión de su nombre y creó la dimensión 1, la luz se extendió en una larga e infinita línea iluminando un pasillo sin final.
Al tercer día, el Cero eligió un lugar al azar en la línea, apuntó con un haz de luz en él para indicar el lugar donde las criaturas de su obra deberían buscarle, orarle y adorarle.
Al cuarto día, el Cero creó la Unidad, fue el primer número natural de todos y lo ubicó a su derecha, a una distancia prudencial.
La Unidad era un número alto y sobrio, tenía un tono marrón y una nariz aguileña, quien lo viera por primera vez diría que no habría alguien como él, que sería único simplemente por su aspecto. Cuando despertó la Unidad, se encontró aturdido y perdido, no podía moverse, no podía ver nada a su izquierda y su derecha.
Al quinto día el Cero creó los poderes básicos de los naturales, para lo cual y con una voz bronca adornada con un eco de corta respuesta, como si desde la boca de un pozo se lanzara a la superficie del agua, pausando cada palabra en la frase para que la claridad no tuviera lugar a la duda posterior, bramó su primer mandamiento:

Mandamiento a.

Yo lo soy todo y nada. Cualquiera que se sume a mí, no tendrá efecto y al mismo tiempo, será él mismo Hizo una pausa y continuó.

Mandamiento b.

Cualquiera que quiera ser como yo, que intente imitarme o copiarme, no podrá y se encontrará conmigo

La Unidad quedó desconcertada y sorprendida al mismo tiempo, fueron las primeras palabras que oyó y entendió en su nacimiento en ese mundo solitario. Aquellas palabras quedaron grabadas en su memoria como la tinta de una prensa de imprenta que en el papel impregnó.

El Cero de nuevo clamó con la misma velocidad calmada en sus palabras, pero esta vez dirigiéndose a la Unidad:

Mandamiento c.

Tú eres la Unidad, cualquiera que intente imitarte o copiarte, no podrá y recibirá respuesta de él mismo.

La Unidad intentó adivinar presencia de algo o alguien a su derecha e izquierda buscando la procedencia de aquellas palabras, las cuales a pesar de quedar grabadas en su memoria, no llegaba a entender ni concebir su significado.

Mandamiento d.

Desde la nada y el todo te habla tu Creador, el Cero, tú eres la Unidad y estás en el mundo de la dimensión de tu nombre, primer número de todos los números. Recuerda que siempre habrá alguien mayor que tú. Siempre habrá alguien mayor que cualquiera de tus sucesores. Tú estarás sentado a mi derecha, nadie más.

Hizo una pausa larga y continuó:

Mandamiento e.

Aquel que te acompañe a tu derecha y sea acompañado del igual modo, estará de su predecesor tan cerca como tú de mí.

Mandamiento f.

Todos tus sucesores dependerán de su predecesor y de ti.

Espero unos segundos y continuó:

Mandamiento g.

Llenarás el mundo y jamás lo completarás.

Mandamiento h.

Cualquiera que se sume a ti, se alejará tanto como tú de mí.

La Unidad con total desconcierto buscando de nuevo la procedencia de aquellas palabras, exclamó sin elegir un destino a su verbo:

Cero mi Creador, tus frases son inconcebibles para mí. No entiendo tus mandamientos, mi soledad en este lugar no me permite alcanzar e interpretar mi futura descendencia, ¿Dónde están? ¿Cómo puedo entender que quieran copiarme si no hay nadie nada más que yo que pueda hacerlo? ¿Cómo puedo entender que eres todo y nada, que llenaré este mundo y no lo completaré?, ¿Que siempre habrá alguien mayor que yo si no hay nadie?, ¿Qué mi sucesor estará tan cerca de mi si solo veo soledad?

No te preocupes, pronto entenderás todo. Atiende y no olvides mis mandamientos —contestó el Creador Cero.

Mandamiento i.

Tu Creador está tan cerca de ti como tú eres.

Mandamiento j.

Reprodúcete, el futuro depende del pasado.

Cero dejó de relatar mandamientos y cuando la Unidad advirtió una larga pausa en la que ausencia de palabras era previsible, exclamó:

¡Mi Creador Cero! ¡Mi Creador! ¡No me dejes!, ¡no entiendo!, ¡mi Creador!

Sin recibir respuesta, la Unidad tomó aquellas palabras, aquellos últimos mandamientos aún peor en entendimiento que los primeros, su caos mental le impedía reordenar los conceptos, en su soledad mono dimensional, la incoherencia de la interpretación de los mandamientos, le impedía analizar el contenido.

Sus sueños entraban en bucle y se repetían en su cerebro de una dimensión «cualquiera que se sume a ti, se alejará tanto como tú de mí…, mis sucesores estarán tan cerca de mí como yo de él, tu creador está tan cerca de ti como tú eres…Reprodúcete, el futuro…»

A la mañana siguiente después de una larga noche en la que él único sueño fue dueño de su mente, comenzó de nuevo a repasar los mandamientos, pero esta vez comenzó desde atrás:

«Reprodúcete, el futuro depende del pasado.», pensaba la Unidad

Estaba claro que con la reproducción, se obtenía el futuro que además dependía del pasado, como si recurrentemente se le añadiera alguna sazón con la misma medida a una comida usando como receta la anterior comida.

Repitió el Mandamiento j otra vez. Recordó de nuevo el e, donde los acompañantes estaban tan cerca de él como él de su creador. Las piezas estaban pero no lograban encajar. Refrescó su memoria con el mandamiento i. Por último se preguntó ¿quién soy? Volvió definitivamente al c y como si la luz se hubiera encendido, gritó

¡Soy la Unidad! ¡Si soy el primero y no hay nadie más en este mundo, estoy a una Unidad de distancia de mi creador!

La Unidad empezó a entender que cada palabra de cada uno de los mandamientos no estaba escogida al azar.


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Natural por Joaquín Martínez Rus se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

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Un comentario en “Natural. Capítulo 1. La Creación

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